jueves, 11 de julio de 2013

ALBERTINA MANSILLA/ EL FIN DE LOS DIAS




Voy por la vida deletreando mi sendero,
no sé donde me llevaran mis pasos,
hoy aquí,  mañana allá,
tal vez, donde comienza el arcoiris
¡O talvez! por el sendero empedrado,
donde seguí el cortejo de mi madre,
mientras la lluvia implacable,
empañaba los cristales  y las huellas
se tornaban invisibles.

Es tan frágil , la vida, la luz, el aire,
el agua, los bosques, el ruido del oleaje,
que el color de las penas se  diluyen,
y el llanto  se enreda en mi garganta.

Mis afectos se desvanecen,
en la bruma del olvido.
El granizo congela mi piel
Y no permite que se deslice en mi rostro,
el aguacero.

Los grises y terracotas aparecen,
cual retratos del pasado
cubren la visión  limpia,
de los bosques, de mis bosques,
y el crujir de las hojas,
al contacto de mis pies,
descalzos.

¿Qué pasó con las flores? ¿dónde están los geranios?
¿los jazmines y las rosas?
¿Donde están las voces de los niños?
¿Dónde se enredaron sus pisadas?
¿y  las acuarelas?, que pintamos en los prados,
¿ las risas, se ahogaron? las risas?
¿los diluyó la lluvia?,
¡hasta la eternidad es una quimera¡.
Que se oculta en el recodo del abismo.

El silencio pasajero
descansa, en una bóveda de hierro,
y mi barca encabritada vuela sobre el oleaje,
al compás del mar embravecido,
con la mirada ausente por el miedo,
me refugio en el seno del pasado.

Veo las salientes de las rocas,
con sus lanzas al acecho,
listas   para destrozar mi pequeña nave,
impávida, tomo el timón entre mis manos,
Oteo el horizonte y la dirijo,
al puerto más tranquilo que conozco,
la morada de mis sueños,
allí descansa la luna cada noche,
y me sonríe con su semblante  pálido,
reflejada en la sábana plateada de la bahía de Curamín.
Estoy en paz, la brisa me saluda,
el rocío refresca mi rostro y las ramas
de los árboles ondean sus hojas en señal de saludo,
me abrazan con su cálido verdor
y las penas se deslizan hacia el mar.


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